2018/03/07

Visita de Manolo Rodas


El 27 de febrero, vino Manolo Rodas a hablarnos de su infancia en el internado Hogar de San José de Vigo.

Nos contó que entró en el internado con casi nueve años, porque era muy rebelde y era pobre. En aquellos años el internado no se pagaba. Estuvo durante dos años allí.

Todos los días antes de desayunar iban a misa peinados con agua y colonia y luego desayunaban. Después iban al aula en fila. Al terminar las clases tenían un recreo de media hora. Luego comían y más tarde tenían otro recreo.  A continuación iban a clase. Después merendaban y volvían de nuevo a clase, después  cenaban y se iban a dormir.

A Manolo le gustaban los domingos porque comían caracolillos  con tomate y carne picada. El día de Viernes Santo comían sólamente queso y membrillo durante todo el día.  

El internado era mixto aunque en el piso de arriba dormían las chicas que eran mayoría  y en el de abajo los chicos. Tenía dos mejores amigos: uno de ellos, era Pepe Buedo que tenía una imaginación gigantesca y el otro, era un niño cubano cuyo nombre no recordaba.  

La directora  se llamaba  Sor Francisca  y era bastante maja. Las demás profesoras también les trataban bien, excepto Sor Ana María, que a veces les pegaba.  En el internado al que fue Manolo no había ni celador ni conserje, tenían un portero que era majo.

Tenían las mismas asignaturas que nosotros pero con menos nivel. En verano tenían  dos opciones: ir a casa o a una residencia  de verano. Manolo prefería ir a la residencia porque   estaban al aire libre, cambiaban saltamontes, les ponían películas como en el cine...

Aunque era un internado, los domingos las familias podían ir a visitarles. Se reunían en el comedor y hablaban sobre  lo que les había pasado durante la semana mientras comían. Manolo echaba de menos a su familia aunque  con el tiempo se acostumbró.

Por lo general, no había castigos físicos salvo los tortazos de una de las monjas. Además, nos contó que  uno de los niños se hacía pis sin querer en la cama por las noches. Como castigo, le ponían la sábana encima de su cabeza durante media hora.

Al terminar el internado, tenían dos opciones: ir a otro internado o a la Ciudad de los Muchachos.  Manolo  escogió  la segunda. La Ciudad de los Muchachos era una pequeña ciudad donde los niños podían ser libres fundada por el padre Silva. Era un universo paralelo donde los muchachos podían elegir su propio futuro: podían aprender distintos oficios, viajar, hacer asambleas, votar, divertirse, hacer acrobacias, tenían su propia moneda... Se hicieron tan populares que viajaron por todo el mundo y conocieron muchos famosos.

Aunque podían ir al cole los profesores les insistían en que se quedaran entrenando. Manolo se dedicaba a montar los caballos, porque no le gustaba hacer acrobacias. Era conocido como el Rodas.








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